Había terminado el ciclo lectivo y los festejos de los estudiantes del Nacional de Bahía Blanca se prolongaban por sus calles y por horas, el juramento de estudiantes de volverse a reencontrar, los sueños de universidades, las metas cumplidas; todo se entremezclaba en esa tarde de diciembre, típica de un verano desértico enmarcado dentro de una ciudad.
El baile de
graduación en el Club Universitario encontraba nuevamente reunido al grupo que
por años integraban: Antonio, Carlos, Rafael, Oscar y Miguel; se conocían desde
los primeros años de secundario; entre bebidas exóticas como “destornillador” o
“cola de mono” y al ritmo de Los Wawanco, que hacían sus primeras incursiones
musicales, prometieron encontrarse
anualmente para festejar este día de graduación; el tiempo les deparaba
estudios terciarios, al menos a cuatro de ellos.
La promesa
del reencuentro no fue tal los primeros años, la asistencia era casi perfecta,
a no ser por Antonio que siempre confirmaba su presencia, pero a último momento
no aparecía, aduciendo tener que atender a “sus semillitas” …???
La
situación económica de Antonio, no era floreciente, la secundaria la había
terminado por una promesa y mucho esfuerzo, no pudo continuar con los
terciarios, después se supo que el padre había fallecido en esos años de
desencuentros, cosa que se contraponía a la realidad de Carlos y Oscar, que
estaban próximos a recibirse de ingenieros; Rafael compartía la dirección de la
metalúrgica de su padre, que le había permitido realizar viajes al extranjero
para su perfeccionamiento, por su parte Miguel ya era un poderoso empresario
agrícola explotando los campos de su familia en Torquinst y experimentando su
título de ingeniero agrónomo. Antonio por su parte, trabajaba de repartidor con
un camión de la Cooperativa Obrera.
Carlos con
su título bajo el brazo, instaló una empresa en General Cerri de servicios
petroleros; Oscar, diseñó el mejor country en Monte Hermoso y eso le permitió
posicionarse como uno de los mejores ingenieros de la zona.
Por su lado
cada uno fue construyendo sus vidas, con esposas, parejas, amantes y
desparejas, hijos propios y adoptivos, los míos, los tuyos, los nuestros……unos
siguieron, otros no.
Antonio
seguía con su vida, cultivando “sus semillitas”, esforzándose del cuidado y
viendo como crecían sus hijos, casi a la perfección de lo deseado por su
esposa, dos varones y dos niñas; cada cual con sus estudios y un futuro cierto.
Antonio,
por primera vez se animó a encontrarse con sus antiguos compañeros de estudios.
Casi desentonaba con su presencia de “hombre común, chofer de camiones” rodeado
de profesionales y empresarios, que lo miraban con cierta lástima; en la
oportunidad el encuentro se prolongó por horas y tragos en una confitería, casi
al final de calle Soler. Con las cicatrices de los años, la resaca de la bebida
y el desvelo de las horas pasadas, ahora los cinco se parecían más a esos
graduados de tantos años atrás, desalineados, sin protocolos, ni tarjetas de
presentación, no se percibía la diferencia inicial; todos olían mal, hablaban
mal….estaban mal, entonces cada uno fue confesando sus debilidades……
Antonio los
fue observando, se apiadó de ellos en silencio, sintió una vergüenza ajena por
esas siluetas de importantes contornos pero vacías en sus interiores, los miró
como se iban derrumbando y se sintió cada vez más orgulloso del camino
recorrido, de su vida y “sus semillitas”.
Pasaron los
años y los encuentros se hacían más frecuentes, como si les hiciera falta esa
comunión de amistad, como algo puro, quizás…… era lo único puro de sus
vidas….esto lo pensó Antonio muchas veces.
El paso del
tiempo los fue cambiando, habían trocado los temas de conversación, ya no eran
chistes, ni recuerdos de juventud, ahora trataban temas adultos, preocupaciones
de empresarios enriquecidos económicamente, pero empobrecidos
espiritualmente……todo ese panorama le daba mucha pena a Antonio, algo ausente
de los temas que trataban comenzó a planear una estrategia.
Con el
correr de los años y la amistad que mantenían, posibilitó que los hijos e hijas
de Antonio ingresaran a trabajar en las compañías de sus amigos y por sus
estudios y las capacidades superadoras que poseían, prontamente ocuparan cargos
gerenciales e influyentes en las decisiones empresariales y hasta ….. personales de Carlos, Oscar, Rafael y Miguel.
En los
encuentros entre ellos, que ahora ya eran mensuales, como si la vejez y la
soledad los atrajera más, una vez alguien le preguntó a Antonio, con cierta
ironía y falso recuerdo; ¿qué era eso de “las semillitas”?; ante ese
interrogatorio, Antonio se sintió asombrado y halagado a la vez de poderles
explicar después de mucho tiempo un gran secreto a sus amigos:
-La
“semillitas” siguen existiendo…., son mis hijos, que los cultivé con mucho
cuidado y amor…., yo invertí cada peso de mi sueldo de chofer en la educación
de ellos, mientras vos…… Carlos comprabas máquinas petroleras, o…. Rafael
invertías en tornos, o….. vos Oscar hacías barrios o…. Miguel cambiabas soja
por girasol; en todo ese tiempo cuidé de “mis semillitas”…., hoy por suerte son
robustos árboles que cuidan las espaldas de cada uno de Uds. en sus empresas y
es más…., saben una cosa?……., los domingos nos reunimos toda la familia, en mi
vieja casa de Villa Arias, compartimos unos fideos o algún asado y por la tarde
entre mate y mate……. armamos la estrategia semanal para que a cada uno de Uds.
les vayan mejor las cosas en sus empresas..-
Golpeados
en su credulidad, los “profesionales-empresarios-exitosos”, demostraron asombro
y temor ante las palabras de Antonio, a lo que los tranquilizó:
-No
teman…., quiero lo mejor para cada uno…… los quiero mucho,… y junto a “mis
semillitas” tenemos diseñada una vida
mejor para cada uno de Uds….
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